martes, enero 01, 2008

Tercer encuentro: las mujeres Zapatistas con las mujeres del mundo (escuchar transmisión en vivo akí)


“Les decimos, para que estén claras, que la lucha es larga y difícil” (el segundo día)

Los pasos silenciosos de las compañeras zapatistas entran, ordenados, a la parte derecha del auditorio del Caracol la Esperanza Hacia un nuevo amanecer. El 30 de Diciembre se celebra el segundo día del Primer Encuentro de las Mujeres Zapatistas con Mujeres del Mundo.

En el día se celebran las exposiciones de los avances en los trabajos de las mujeres del Caracol de La Realidad y de Oventik. Las cooperativas de trabajo colectivo de mujeres artesanas, la educación autónoma, la salud de las mujeres, el trabajo de la lucha siendo madres, la dificultad que implica asumir los cargos de responsabilidad en sus comunidades y regiones, tanto hacia el interior de las propias mujeres como hacia el contexto familiar, social y de la organización. Todos los temas se van deshojando en sus trabajos concretos, metas y dificultades pequeñas y grandes que se van superando.

En la otra parte del auditorio se sitúan mujeres de México y del mundo que llegan con sus historias y sus luchas, dolores y alegrías y, a observar, a compartir o a expresar, mediante las preguntas que se hacen a la mesa, sus dudas y diferencias.

Para conocer las historias de estas mujeres del mundo es necesario bajar del estrado a la altura de los bancos, buscarlas en los descansos, preguntar y escuchar.
Para comprender la historia que las mujeres zapatistas cuentan también es necesario bajar del estrado, seguir los pasos silenciosos de las compañeras cuando al final de cada sesión se van, todas juntas hasta el lugar donde tal vez se quitan el pasamontañas y seguramente comparten sus experiencias y luchas en cada lugar, en cada comunidad, en cada familia, en cada corazón y cuerpo de mujer.

Si camináramos en otro sentido podríamos salir por la puerta de atrás del auditorio, la chiquita, la que da al lugar donde se pone el sol y sale la luna. Por allí están las tienditas de las familias zapatistas que llegaron al encuentro y, a diferencia del área central, los hombres no cocinan mucho sino que las compañeras se inclinan sobre los fogones en el suelo, llegan a observar a la puerta o a las rendijas entre las tablas lo que ocurre adentro y cargan a las niñas y los niños. Así pasa si nos vamos por los alrededores , pues aunque muchos hombres estén estos días haciendo los “otros trabajos” en las cocinas y la limpieza del encuentro, parece que esto solo dura unos cuantos metros y que después de ahí cada quien es quien es, y el campo de batalla, uno de los campos de batalla de las compañeras zapatistas aparece claro, y nunca puede reducirse a un fogón, a un niño cargado a una espalda pequeñita de niña, ni a un lavar y refrotar la ropa en el río.

Desde la altura de la realidad de las comunidades se miden mejor las dimensiones de la lucha de las mujeres indígenas zapatistas. Las mujeres que llegan a las puertas y rendijas del encuentro para escuchar a sus propias compañeras hablar en una lengua incomprensible para ellas (el castellano), son reales, los carteles que en cada esquina recuerdan que en estos días los hombres no podrán ser voceros, ni portavoces, ni traductores, pero sí limpiar y cocinar, también son reales, y lo son las mujeres que suben a la tarima a decir que lucharon con sus compañeros porque “algunos hombres no nos permiten participar , entonces nos dimos cuenta de que tenemos que tomar nuestros derechos con las manos, pues nos corresponden como seres humanos” (Comandanta miembro Comité Clandestino Revolucionario Indigena).
Todo forma parte de una misma realidad, de un esfuerzo por cambiar aquello que más cuesta.

Cuando las mujeres mayores cuentan cómo era su vida cuando niñas, en las haciendas donde muchas familias indígenas trabajaron como semi esclavas, podemos entender cual es el viaje, el terreno recorrido por las mujeres zapatistas en un breve lapso de tiempo, el corto espacio de poco más de veinte años, en el que las nietas dicen “como niña tengo libertad para bailar, puedo jugar, tengo derecho a recibir educación autónoma”. Algunas mujeres dicen que “los hombres cuesta mucho para que cambien, porque son machistas, porque los educaron los rancheros y los españoles para despreciar a las mujeres”.

El apoyo entre las propias mujeres es el catalizador que permite este proceso, y que explica la fuerza y la comprensión con que las mujeres zapatistas hablan de las experiencias de otras mujeres que luchan y también sufren, como las mujeres indígenas que conocieron al viajar con la Otra Campaña en el Norte de México, las trabajadoras de las maquiladoras, las presas políticas, todas aquellas en quien se ven entendidas y reflejadas en esta lucha interna y externa, en sus propias organizaciones y en la realidad que viven.

En la tensión entre el espacio público y privado se van dando, con mucho esfuerzo, las dinámicas que permiten que las mujeres, desde el empoderamiento de muchas de ellas en las capacitaciones, los trabajos comunitarios y las fuertes responsabilidades colectivas, vayan cambiando su autoimagen y cambiando la imagen que los hombres tienen de ellas, para que un día, tal vez no muy lejano, ya no haya que pedir permiso al marido para asumir un trabajo en la organización, y ya nadie diga que la mujer que sale de la casa sin su marido es que va a buscar otro hombre.